martes, 27 de abril de 2010

El papel de las ONGs en India


Alberto Cruz

¡Larga vida a los pobres!

La iniciativa de Yunus ha sido bendecida en los sitios donde se ha conocido, especialmente en su país, Bangladesh, y en India. Las cámaras empresariales e industriales se han mostrado encantadas con esta iniciativa que muestra la cara amable del capitalismo o, como dicen en India, “muestra el corazón benevolente del feudalismo y contraponen esta actitud de colaboración con el capital con la de quienes lo combaten, como es el caso de la guerrilla maoísta india, conocida como naxalita, que, en sus zonas de influencia, ha anunciado que amparará a los campesinos que tienen dificultades a la hora de pagar los préstamos bancarios ante las malas cosechas de los dos últimos años.

Según el bando maoísta “las cooperativas agrícolas, los bancos o los prestamistas no podrán imponer créditos superiores al 2% y si alguien, ya sea público o privado, incumple e intenta sacar más dinero de los agricultores será juzgado por un tribunal del pueblo” . Como es natural, los campesinos de zonas como Midnapore (Bengala Occidental) han acogido con júbilo la postura naxalita y han dejado de pagar sus préstamos a bancos como el State Bank of India, United Bank, Allahabad Bank, UCO y otros, que rápidamente han mostrado su disposición a “discutir” con los campesinos las condiciones de los préstamos crediticios.

El acuerdo Grameen-Adidas, tan bien acogido por el empresariado indio, llega en un momento en que en India se está desarrollando una importante ofensiva en varios estados (Chhatisgarn, Jharkhand, Bihar, Orissa, Bengala Occidental) contra la guerrilla naxalita y da la casualidad que esa ofensiva, denominada “Caza Verde”, se centra en áreas ricas en minerales estratégicos como bauxita, níquel o carbón, por mencionar algunos donde multinacionales como Vedanta han puesto sus ojos desde hace tiempo. Un antiguo alto cargo de esta multinacional ( y de Enron) es hoy el Ministro del Interior de India y, al mismo tiempo, es uno de los principales valedores de la presencia de las llamadas ONGs en la zona donde se está desarrollando la ofensiva anti-maoísta puesto que “una vez desalojados los terroristas, hay que impulsar el desarrollo” y, además, las ONGs y la llamada sociedad civil tienen que deslegitimar la lucha armada .

Resulta que ahora el Estado indio -como en Bangladesh Adidas al descubrir que hay muchos descalzos-, y sus grandes empresas se han dado cuenta que en esas zonas hay un “altísimo nivel de pobreza, bajo nivel de alfabetización, menor cobertura de agua potable y alto porcentaje de mujeres” –este último dato es muy importante, las mujeres son las principales “beneficiarias” de los microcréditos en todo el mundo- por lo que se han puesto a la labor de “desarrollar” 33 distritos de la mano de las ONGs una vez hayan sido “limpiados” de maoístas. Y, ni cortos ni perezosos, todos se han puesto a la labor.

En Raipur la capital de Orissa, la multinacional Vedanta ha iniciado la construcción de un hospital contra el cáncer y financia una universidad. Los estudiantes que salgan de aquí no tendrán el menor rubor a la hora de certificar, con lenguaje académico y científico, que el cáncer no tiene nada que ver con la bauxita que extrae esta misma multinacional muy cerca de allí. Arundhati Roy, una de las pocas intelectuales comprometidas física y políticamente con los procesos emancipatorios, lo expresa perfectamente en uno de sus más recientes artículos sobre el tema y por haber tomado partido contra un estado al que acusa de “policial” ha sido acusada, cómo no, de “connivencia con el terrorismo” y se ha iniciado una causa judicial contra ella.

Nadie quiere recordar que otras multinacionales indias como Tata (la fabricante de coches baratos) y Essan hicieron lo mismo que la Chiquita Brands en Colombia y otras en Honduras y Centroamérica: financiar a los escuadrones de la muerte y los paramilitares Salwa Judum (que se podría traducir como “Cazadores de la Paz”). Es la misma práctica capitalista en todas partes del mundo. Antes exterminaban físicamente cualquier tipo de disidencia política, militar, sindical, social, lo que fuese. Ahora ese exterminio es selectivo (véase lo que sucede en Honduras) y, sin abandonarlo, se apuesta por la “Responsabilidad Social Corporativa” de las empresas y la cooptación de los antaño “izquierdistas”, hoy cómodamente ubicados en las ONGs.

Los mismos que alaban el acuerdo Adidas-Grameen dicen a la vez que hay que abandonar “el letargo socialista”, en referencia a las políticas pretendidamente sociales del gobierno indio. La Federación de Cámaras de Comercio e Industria de India ha publicado un informe -6 de febrero de 2010- en el que critica la pasividad del gobierno ante los naxalitas. Nada nuevo. La FCCII hizo lo mismo durante la etapa colonial británica. Su entonces presidente, Purshottamdas Thakurdas, consideraba un peligro para la libre empresa el desarrollo del movimiento obrero indio y abogó ante el Virrey inglés por suprimir de la legislación los derechos laborales existentes. Ahora pasa lo mismo en las Zonas Económicas Especiales, donde no hay derechos sindicales ni las multinacionales pagan impuestos, todo en aras del “desarrollo de las zonas atrasadas”. Pero lo nuevo es que ahora este tipo de políticas van de la mano de las ONGs y la tan traída y llevada sociedad civil.

En India las ONGs son buenas, los maoístas no. Y como donde manda patrón no manda marinero, las ONGs han comenzado a desparramar por doquier la especie de la “teoría del sándwich”, esa que dice que los pueblos tribales que habitan esas zonas donde ahora se desarrolla la ofensiva anti-maoísta están “en medio de dos fuegos: la policía y los maoístas”. Las ONGs pasan, como la luz por el cristal, por encima del hecho de que durante los más de 50 años de independencia de la India si alguien se ha preocupado por el desarrollo y bienestar de estas zonas han sido, precisamente, los naxalitas.

La propia prensa burguesa, en sus escasas presencias en alguna zona liberada, ha tenido que reconocer que “el desarrollo en la zona de Mendinipur (Orissa) se está dando a un ritmo no visto al menos en 30 años: los maoístas han construido por lo menos 50 km de caminos de grava, cavado pozos, construido canales de riego y centros de salud” (9).

¿Para qué, entonces, son necesarias las ONGs? Pues porque no cuestionan el sistema capitalista, sino que lo hacen más funcional. Eso, y no otra cosa es la Responsabilidad Social Corporativa, de Empresa u Organizacional (son diferentes los nombres, el objetivo es el mismo) puesto que sin prescindir del punto de vista estrictamente economicista o mercantil sirve para arropar con un manto cosmético, que no ético, de “cooperación”, “desarrollo” e, incluso, “solidaridad” la nueva estrategia capitalista que se extiende desde Bangladesh a Bolivia, de India a Perú, de Angola a Filipinas y que consiste en desarrollar, con un lenguaje más actual, el paradigma de Milton Friedman, el padre del neoliberalismo: “la única responsabilidad social de la empresa es obtener beneficios”. Si no fuese así, las empresas no estarían dándose codazos por participar en las ZEE, aceptarían los derechos sindicales, pagarían impuestos, renunciarían a explotar las zonas habitadas desde hace centenares de años por los adivasi, los awajún, los yukpa, los wayúu, etc. Pero no es el caso.

El Banco Grameen y Adidas lo han entendido muy bien. Son los pioneros y detrás de ellos ya hay otros muchos dispuestos a lucrarse, más aún, con la pobreza. Si para ello hay que promover una guerra, se promueve criticando con la boca pequeña los “excesos” aunque se pondrá siempre en la balanza “la violencia de unos y otros”, eso de condenar la violencia “venga de donde venga” (los famosos “ni-ni”) aunque la violencia de unos sea esporádica o de respuesta y la de otros sea estructural y suponga la muerte de 40 aldeanos al día en las zonas en las que, como en India ahora o antes en Perú, se pretende llevar a los pueblos tribales el “desarrollo”.

Marx, en el Manifiesto del Partido Comunista, decía que “un espectro recorre el mundo; el comunismo” y que contra él todos los poderes de Europa habían establecido una santa alianza que iba desde el Papa al Zar, desde Metternich a los radicales franceses. Muy poco han cambiado las cosas desde entonces. Hoy los movimientos populares y de resistencia son combatidos por una santa alianza que va desde el Papa al rey –cualquier rey-, desde Ban Ki.Moon a la izquierda parlamentaria, desde las ONGs a las multinacionales. Los imperialistas siempre encuentran aliados para atacar las propuestas revolucionarias y para defender sus “valores”, su “desarrollo”; siempre encuentran alguien que defienda que es mejor eso que nada. Y ese alguien, como buen agente del capital, no se parará a pensar que, a lo mejor, para determinados pueblos no tiene ningún sentido el trabajar por un salario miserable como guarda de seguridad de una mina o una tienda. Y que la dignidad no se compra con zapatos.

( Es parte de un documento más extenso titulado La alianza estratégica entre ONGs y multinacionales para salvar el capitalismo: el caso del Banco Grameen y Adidas que esta disponible aquí: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article817)

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