Julio
de 2013, Campaña para el apoyo internacionalista a la Guerra Popular en India:
Absoluto
silencio mediático al proceso revolucionario, seña de ir por buen Sendero
Tamer
Sarkis Fernández
Vice-Director
de DIARIO UNIDAD
LA IDEOLOGÍA DECIDE
Desde la década de los sesenta
el Pueblo de India protagoniza revolución contra el Imperialismo y su Estado
títere, hindú en lo que se refiere a su regulación jurídica, a su
composición institucional y a su forma de velar (en la doble acepción de
“mixtificar” tanto como de “proteger”, “garantizar”) la reproducción
tradicional de la estructura social clasista (fijación del sujeto con arreglo a
Casta).
Intervalo a intervalo, el proceso
revolucionario siempre parece haber sido erradicado definitivamente
por el gas naranja que asola las selvas; por los 3.000 militares indios de
élite que el Mossad israelí se ocupó de formar y entrenar; por los aviones no
tripulados peinando las aldeas; por los paramilitares y sus operaciones; por
los “Comandos Koya” (compuestos en base a elementos tribales a quienes cooptan
los caciques y los brahmanes); por la política del embudo llamada Winning
hearts and minds; por las prácticas para-estatales culturalistas (con la
complacencia de Baba Amte, discípulo de Ghandi, de Baba Das y de la Misión Rama
Krishna y sus escuelas rurales), tácticas encaminadas a atar a las tribus y al
campesino aldeano al “nuevo redil hindú”, siendo “invitado” el lugareño a
convertirse en Dwij (“dos veces nacido”) y quedando como Katwas (Intocables)
quienes rehúsan conversión.
No olvidemos, también, la labor del
Revisionismo “marxista” acudiendo a co-gestionar el Estado hindú, propiedad,
principalmente, del Hegemonismo yanki-sionista, y, secundariamente, propiedad
del Capital financiero indio subalterno, tanto como de la semi-feudalidad
interior arrendadora a los monopolios agro-industriales (internos y exteriores).
Y, sin embargo, cada muerte consecutiva
del movimiento ha traído su propia fecundación a una escala de consciencia más
elevada, de más hondo calado entre las masas y de mayor funcionalidad táctica y
estratégica. “Aquello que no nos mata, nos hace más fuertes”, había dicho
Nietzsche resonando a Darwin. Pero, ¿cómo vais vosotros, moribundos del viejo
orden, a matar el Duende?: “No se puede matar el Duende”, había poetizado otro
Federico (García Lorca).
¡Si es que “Todo lo que existe merece
perecer”! (Hegel). Pues lo objetivo no es fin en sí ni se sustenta por
sí; es nada más que medio, canal, terreno, del que se nutre y vuelve a
nutrirse nuestro Género Humano en su progresiva y reiterada Aufheben: auto-liquidación
justamente a cierto grado de auto-objetivación, de manera que devienen
polos indisociables de una idéntica unidad de “auto-trascendencia” tanto el
consumarse (o también “realización” en Hegel) como el consumirse (arder,
agotarse, desaparecer)[1].
Y, en fin, hallamos a Lenin, estratega
de largas luces como solamente un dialéctico puede serlo, cuando contrapone las
derrotas en el curso proletario como antítesis de un supuesto “fracaso”: si
resultaron derrotas, merecían serlo, en el sentido a-moralista de haber estado determinadas
a serlo, cumpliendo así con su única función histórica de ser incorporadas al
balance, a la re-definición, por tanto a la victoria -de nuevo la Aufheben
hegeliana, pero aquí a escala de cómo va siendo producida, por la Vanguardia,
la propia Fuerza Productiva Ideal del sujeto masivo revolucionario. “¿Dónde
estaríamos nosotros, sin esas derrotas?” (Lenin, hablando de los antecedentes
históricos a la revolución de Nuevo Tipo soviética y al Partido de Nuevo
Tipo).
En India, la Política revolucionaria
bien se había prevenido de tumbarse a esperar el providencial día D al que
“dirigir”. Al contrario, desde décadas atrás el Movimiento Comunista de India
se había ido auto-forjando en la lucha de dos líneas, depurándose y creciendo,
reconstituyéndose. Cuando miles de proletarios y de semi-proletarios rurales
dejan de poder aguantar tanta miseria y redirigen al fin contra los caciques
toda aquella añeja violencia que tragaban, la Idea se había fundido ya con no
pocos de ellos y, simétricamente, algunos de esos proletarios habían ido dando
el paso organizativo. La represión estatal vierte la sangre de 10.000
asesinados, y, entre aquellas víctimas, de casi todos los cuadros Mao. Ante el
Pueblo quedó a las claras, pues, que la acción de Estado era calculada: se
cebaba selectivamente contra la consciencia y contra el Horizonte. Se cebaba
contra la Política que aspira a regir comunicando el siguiente Archi-Tabú: Salvo
el Poder, todo es ilusión.
En su reacción aterrada, impulsiva,
carnicera, el Estado indio estuvo poniendo al descubierto justo aquello que
deseaba extirpar: la determinación por las ideas. “Cuando aprendo a
discernir a mi enemigo aprendo a reconocer a mis amigos”, había dicho el
Presidente Mao. El prioritario objetivo de la saña caciquil fue,
dialécticamente, comprendido por los sujetos como el aporte por el que
interesarse con prioridad.
A su vez, la agudización del antagonismo
continúa in-suprimible más de cuarenta años después: el viejo poder prosigue el
secuestro y el asesinato de combatientes, de militantes, la extinción “a sangre
y fuego” de la vida y de las nuevas relaciones sociales, productivas, ideológicas...
que afloran en los territorios donde va desarrollándose Nuevo Poder. Mientras,
la oligarquía y su armador el Imperialismo tratan de liquidar, por medio de la
más cruda violencia empleada con los medios más pesados, la relación material e
ideológica establecida entre las Bases de Apoyo asentadas, el PCI (m) y el
Ejército Popular de Liberación Nacional. E, invariantemente y con especial
planificación, prosigue el asesinato de valerosos líderes del proletariado,
entre ellos Cherukuri Rajkumar, Camarada Azad. Y es que toda clase dominante
con auto-consciencia política practica la violencia política como una verdadera
Ley histórico-social de comportamiento en el curso de la lucha de clases.
SIRIA E INDIA
La revolución en India no sale por la
tele. Precisamente, por eso; porque es revolución. No hallamos orondos
Emires surtiéndola de petrodólar, ni vemos a la Unión Europea armándola, ni a
la CIA entrenando a “revolucionarios” desde suelo fronterizo. Israel, quien
emplea la franja supuestamente “desmilitarizada” del Golán como trampolín,
coladero, reserva y sanatorio de “revolucionarios” contra Siria, colabora al
mismo tiempo con el Pentágono en la contratación de mercenarios
anti-comunistas, algunos vía Pakistán, y los interna en la Península
indostánica.
Loe la prensa del sionismo con mayor o
menor ahínco a “los rebeldes sirios”, el mínimo común denominador presentado
por estos medios de masas consiste en la demonización del ejército árabe sirio
y de su función de defensa nacional frente a la agresión al país (“el ejército
del Régimen”, “el ejército de Al-Assad”, “el ejército alawí”...).
Paralelamente, leemos y escuchamos idéntica demonización periodística de los
comités populares de defensa, población civil que pidió armas al Estado sirio
para así proceder a la auto-defensa popular (“los paramilitares de Al-Assad”,
“los leales armados”, etc.). A su vez, los periodistas y las ONGs (como el
discurso mantenido por Médicos sin Fronteras) dan falaz estatuto de “bando
sirio en conflicto” a los mercenarios del “Ejército” “Libre” “de Siria”,
100% desarraigados del Pueblo sirio (y de cualquier otro Pueblo) y ferozmente
adversos al Pueblo.
Esta prensa del Imperialismo es la misma
que, cuando en alguna contada ocasión se ha referido a India, oculta a las
clases populares indias organizadas en el Ejército Popular de Liberación tras
la Categoría casi metafísica de “los maoístas” en abstracto; como si la
base social 100% india del movimiento y del proceso fuera cosa de cuatro
“cabezudos” que juegan con “la desesperanza de los excluidos y los miserables”
(un argumento recurrente en los “análisis” de los “expertos” imperialistas en
India). O como si los naxalitas fueran una especie de alienígenas que se la
tuvieran jurada a los militares indios por no se sabe bien qué etéreo
empecinamiento ideológico utopista alejado de la base material de la sociedad
india.
Hablar de la revolución naxalita en
India es hablar del proletariado y semi-proletariado rural indios, de los
campesinos sin tierra y de núcleos de apoyo popular urbano. Es también hablar
de los autóctonos Adivasi, población tribal cosificada desde antiguo como Casta
sirviente de la burguesía ciudadana, de los terratenientes feudales y de los
cuadros hindúes que sucedieron a mongoles y a británicos entre el funcionariado
estatal. Crecientemente expulsados de su hábitat por la actividad monopolista
extractiva y agro-industrial, las poblaciones gentilicias Adivasi han
comprendido la soldadura indisociable entre su emancipación particular
gentilicia y la emancipación general del Pueblo indio sometido al
Imperialismo, de modo que se han integrado en las fuerzas de la revolución.
Por el contrario, la mal-llamada
“revolución siria” acumula y re-acumula sus fuerzas a partir de la tupida
red-enjambre por la que transitan mercenarios de 143 enclaves, desde Filipinas
a Ceuta pasando por Mongolia, Chechenia y Azerbayán[2].
Los armados de esta “internacional” no poseen en común internacionalismo que
valga; poseen en común puro confesionalismo, que niega ideológicamente el
derecho de los Pueblos mientras afirma la fuerza impositiva del “fiel” sobre el
territorio-despensa “desherejizado”.
Aunque los símbolos no son por sí
la radicalidad -lo profundo- ni pueden resumirla a ésta, sí que son
manifestación coherente de la substancia, pues “toda forma es forma de un
contenido” (Marx). Las masas proletarias y populares en pie en India
sintetizan, allá donde pueden, su consciencia y su Horizonte como himnos
comunistas y como bandera roja. También como hoz y martillo, el símbolo de la
alianza de las clases explotadas productoras (proletariado y campesinado
pobre), que son, ambas, Fuerza de Trabajo de facto (alienada como
Capital Variable, el proletariado, y, el campesinado pobre, como productor,
durante los periodos de plustrabajo, de excedente enajenado por el rentista).
Pero que reivindican para sí consumar (realizar en Hegel) su Potencia
(Aristóteles) como Fuerza Productiva de historia.
Pues bien: en Siria, las banderas rojas
y la entonación de la Internacional, el rostro del Che en las enseñas, en las
camisetas y en los carteles..., acompañan a las manifestaciones de sirios que,
por millones, han salido y salen en acto de solidaridad social en favor de sí
mismos como nación invadida que son. También llevan parches del Che los
soldados en sus chaquetas, además de llaveros y mecheros con la efigie del
combatiente internacionalista argentino, que muestran a las cámaras, jubilosos
e ilusionados con su Pueblo, tras sus victorias en batalla contra las ratas.
¿Y qué símbolos vemos entre las ratas de
“la revolución?: nada menos que la bandera colonial de los bantustanes, que
había funcionado durante el periodo de la dominación gala: tres estrellas
rojas, cada una por una minoría (cristianos, drusos, alawíes), simbolizando
territorios separados y segregados, englobadas las tres por la hegemonía
política a recaudo de los “cooperantes” cipayos para-coloniales[3],
traduciéndose esto, en el plano simbólico, como franja verde superior de la bandera
(sunna y hachemitas), franja blanca (califato omeya), y franja negra (califato
abbasí). Eso..., en coexistencia física con las banderas de Alqaida, negras con
la premisa coránica; la misma que luce en medio de su bandera verde el Reino de
Arabia Saudí.
Eslóganes del tipo “cristianos al
Líbano, alawitas a la tumba”, o “cristianos de Bashar, preparad vuestra cabeza
para el mishaar” -pila de decapitación-, completan el acervo simbólico
“revolucionario”, no sin olvidarnos del omnipresente y omnisonante “¡Allahu
akbar!”, exclamación que en sí no tendría nada de objetable, si los
energúmenos supieran decir otra cosa o pensar en algo más que en eso y en
demoler la por ellos odiada nación árabe siria.
ONGs de la calaña de Amnistía
Internacional, Médicos sin Fronteras o Cruz Roja (la primera un “tanque”
hillary-clintoniano y ésta última fundada de la mano de la Sociedad de
Naciones, esa “cueva de bandidos” en palabras de Lenin), son entidades muy
generosas en empaquetar armamento “revolucionario” a los fascistas destructores
de Siria camuflándolo como “ayuda humanitaria a los sirios”.
Y mientras, ¿qué hacen respecto a
India?: codo a codo con el ejército indio, fuerzan el vaciado de las aldeas y
poblados comunistas (o naxalitas) y deportan a las poblaciones a “campos de
atención y de socorro”, ubicados junto a grandes carreteras y zonas llanas,
donde el Estado dispone de más fácil control. Cohetáneamente, en estas zonas de
tránsito y mercado el autóctono resulta más férreamente presionable por la
concentración de colonos y de comerciantes, algunos de ellos con sus propias
bandas privadas armadas a discreción. Si el autóctono se niega a abandonar su
hábitat y su combate, es identificado automáticamente de comunista (naxalita),
hecho que precede al barrido militar.
A los naxalitas indios no los recibe el
ministro español Margallo ni tampoco la plana mayor del PP les prepara
anfitrionazgo en Madrid, a diferencia del agasajo deparado a Moaz Al-Jatib -ex-Xeih
frustrado de Mezquita en Damasco- y a su banda de “laicos y moderados”, tan
infatigablemente dispuestos a hilvanar alianzas con Alqaida como puñaladas
traperas (literalmente) reciben de los peones saudíes.
Por contraste a todas las páginas, foros
y acampadas que le regalan los trotskistas a la fascista “revolución siria”
ahijada del Proyecto “sirio” mafioso-comercial, anclado en Madrid, Londres, NY
o París, impulsor de retroceso hacia la semi-feudalidad dependiente, lo cierto
es que “nuestros” trotskistas no tienen a bien dedicar a la Guerra Popular en
India ni una sola gota de tinta. Y es que, en efecto, en India sí hay
revolución.
Atiéndase a la correlación y regla:
Donde el trotskismo se dedica a dar la vara, con empeño confusionista a fin de
arrimar el ascua a la sardina de sus invariantes Amos históricos[4],
allí no hay revolución (ni el Libia, ni en Siria, ni en Túnez...). Y donde hay
revolución, no escucharás trotskistas: no hay encargo, ni agenda pautada.
Donde, en fin, la revolución se abre paso y hasta adquiere cuotas de
empoderamiento o incluso toma el Poder Político, sí los escucharás..., pero
cínicamente a la contra.
Dos años y pico de “revolución siria”
fascista han fermentado con rapidez generando el revoloteo de numerosas aves de
carroña: “activistas solidarios” a golpe de talonario qatarí, o reclutados ya
hace años por los Hermanos Musulmanes en sus viajes por África del Norte, o
devotos sin ir más lejos de los Presupuestos Generales del Estado para
financiación a formaciones políticas, o fichados por fundaciones políticas
cripto-PSOE, o por Antonio Gutiérrez (bombero pseudo-rojo cuya militancia real
no es otra que Bildelberg) y su “Socialismo Internacional”, organización con
filial británica matricial y española satelital, de todos sufrida en cualquier
calle de la ciudad.
Y mientras tanto, ¿qué “activistas
supuestamente espontáneos” ha encontrado para su apoyo la revolución en India?:
ningún “activista” express, y ni mucho menos “espontáneo”. El
internacionalismo con el movimiento naxalita en India recae sobre las minorías
revolucionarias de cada país, que -saben- no cuentan más que con aquellos
medios que puedan producirse a través de su propia actividad y combate.
Ay de ustedes, señores trotskistas,
señores en las Corrientes paratrotskistas de la “neo-izquierda” con la
granítica jeta de auto-titularse “anti-capitalistas”, señores “activistas
revolucionarios”, pajarracos carroñeros, que, como buenos representantes de la
Aristocracia obrera parasitaria, sorben con alegría del banquete sanguíneo
sobre ruinas de las naciones oprimidas por el imperialismo, y de los cadáveres
de su proletariado (practicando ustedes necrofilia en nombre de esos
proletarios mismos). Traten de saciarse mientras puedan. En India, los parias
de la tierra, la genuina famélica legión, van hoy en camino de consolidar
bastión proletario; de ganar la patria socialista. ¡Mañana, procedentes de aquí
y de allá, de todos los continentes como un puño cerrado en su unión
internacional, los parias de la tierra tocarán a la puerta de ustedes,
recordando a sus hermanos iraquíes, sirios, libios, libaneses...!. ¡Les sacarán
a ustedes por los pelos y con “juicio” ya deliberado, para pasarles cuentas!.
DEMOLICIÓN CREADORA: NUEVA SÍNTESIS
CULTURAL
La cínicamente llamada “revolución
siria” traduce la “alternativa” importadora en masa de paramilitares, “frente”
al intento primigenio -marcadamente infructuoso- por parte del Hegemonismo
yankie tanto como de su extensión coaligada el Bloque Imperialista sionista-anglosajón,
en pro de movilizar unas energías internas al país que aún reposan sobre el
espíritu de cuerpo tribalista (la Assabiya de Jaldún). Dicho plan a
través de la función de enlace (neck-lace en Teoría sociológica de
Redes) externo-interno que recae sobre el constructo sionista trans-territorial
llamado divulgativamente “islam político”.
Este movimiento ya había ido recibiendo
un relativo poder transferido desde aquellas viejas entidades imperiales
(primitivamente desde Inglaterra, madrina paralelamente del proyecto estatal
sionista) que lo hubieron delineado (Hermandad Musulmana) durante el primer
cuarto del siglo XX (concepto de Bonacis Power en Teoría sociológica de
Redes), entre otras cosas como muro de contención ideológica a la temida internacionalización
de la joven revolución bolchevique tras haber derrotado en suelo soviético a la
conflagración imperialista (1918-1921).
La revolución naxalita india resulta la
antítesis de ese tenebroso proceso dirigido contra el Pueblo sirio por el
demo-fascismo. En India es el comunismo organizado el actor que se comporta, a
imagen de la definición que le diera Marx, como “el movimiento real que suprime
las relaciones sociales existentes”. El proceso en India actúa inversamente a
la promoción del “islam político” ocupante, que trata de trocear a naciones y a
Pueblos en una trans-identidad fragmentaria recluida en su propio bucle de
naturaleza reactiva (se auto-define a partir de un gesto negativo, a la
contra del No-Yo, del hereje, del comunista, del sujeto nacional, del ser
humano).
En India es el sujeto de casta
(perteneciente a una o a otra), de campo o de urbe, participante de la religión
oficial de Estado o bien miembro de “minorías” religiosas, “tribal” o
“ciudadano”, sujeto gentilicio o individualizado en el seno de la familia más o
menos nuclear, etc., quien, en su propia dialéctica con el comunismo organizado
y así en su compenetración y creciente síntesis, cobra consciencia de su Ser
social común de fondo. Identifica con ello a su antagonista general, cuya
derrota histórica ha de permitirle asentar las premisas para la resolución de
sus contradicciones y sus opresiones distintivas y “particulares”.
La vieja identidad cosificada -reflejo
mecánico del orden oligárquico-imperialista- es así trascendida, a la vez que
incorporada (Aufheben) en un plano de identidad superior, a un tiempo síntesis
-pues las relaciones materiales de existencia habrán superado la alienación- y multiplicidad
-pues los modos materiales de existencia, con todo su bagaje de historicidad,
se habrán desembarazado del sistema que los embutía reduciéndolos a piezas
cosificadas, unilateral y pasivamente “ordenadas”, alienadas de donarse
socialmente y así, en dialéctica de la parte con la Totalidad, alienadas de
mutar, de afirmarse con mayor plenitud y de desarrollarse.
Nuestra especie humana se juega, hoy, en
simétrico e indisociable reverso, su curso histórico tanto en Siria como en
India, y, más generalmente, tanto en el Mundo Árabe como en otros países donde
igual que en India existe también Guerra Popular (Turquía, Perú y Filipinas). A
muerte contra el Imperialismo y contra todos sus agentes para que el comunismo
pueda vivir en núcleos y territorios de la humanidad y, la humanidad entera, un
día pueda vivir en comunismo. Hoy es India, mañana la Revolución Proletaria
Mundial. ¡Naxalbari, laal salaam!.
¡Consciencia,
Pueblo, Partido, Fusil, Nuevo Poder! ...Consciencia, Pueblo, Partido...!
¡Viva
el proletariado y las masas populares indias organizadas como Partido Comunista
de India (maoista)!
¡Viva
la articulación de las clases patrióticas indias en un Frente Amplio de Unidad
bajo Hegemonía ideológica proletaria y bajo perspectiva histórica comunista!:
¡Hacia el Estado de Nueva Democracia!
¡Apoyemos
la Revolución en India!
SALVO
EL PODER, TODO ES ILUSIÓN
GUERRA
POPULAR HASTA EL COMUNISMO
[1]
Como reflejo lingüístico de dicha unidad dialéctica, la voz francesa es
coincidente para ambos polos: consommation.
[2] País donde, por cierto, la Tsahal israelí ha abierto
recientemente bases militares con la complicidad gubernamental de sus
marionetas centro-asiáticas.
[3] Las viejas élites de la burguesía comercial y del
latifundismo feudal sunní, finiquitado por la revolución democrática dirigida
por el Baaz.
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