sábado, 30 de abril de 2011

El PCI (Maoísta) sobre el Imperialismo yankee




PARTIDO COMUNISTA DE LA INDIA (MAOÍSTA)
COMITÉ CENTRAL




[El esclarecedor comunicado que os ofrecemos a continuación fue redactado por el camarada Azad, portavoz del Comité Central del PCI (Maoísta), apenas unos días después de que Barack Obama fuera elegido presidente de los EE.UU. Los acontecimientos actuales en Libia nos reafirman en que el “antiimperialismo de tramoya”, representado en esta hora por Gaddafi, no es más que el disfraz de oportunistas siempre prestos a colaborar, a la menor ocasión, con el imperialismo. Para el Colectivo Odio de Clase, no puede existir antiimperialismo mientras no se rompa definitivamente con el capitalismo: Stalin, Mao Tse-tung, Ho Chi Minh o este texto de Azad nos lo recuerdan de continuo]

Traducido por ODIO DE CLASE

Comunicado de prensa
15 de noviembre de 2008




¡LA PRESIDENCIA DE BARACK OBAMA NO PUEDE RENOVAR LA IMAGEN DEL IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE!
¡¡LAS NACIONES OPRIMIDAS Y LOS PUEBLOS DEL MUNDO DEBERÍAN UNIRSE PARA DERROTAR AL IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE!!


Ante la crisis económica más profunda desde la Gran Depresión, en pleno descenso acelerado de los niveles de vida de una parte considerable de la población de los Estados Unidos, con un número de desahucios creciente y padeciendo los efectos contraproducentes de dos guerras de agresión y de un continuo y enorme aumento del gasto militar, no sorprende que un afroamericano y senador por vez primera por el Partido Demócrata, Barack Obama, ganase las elecciones presidenciales norteamericanas. La élite empresarial y financiera que gobierna los EE.UU. ha puesto a Obama al frente del ejecutivo en su desesperación por renovar la imagen del imperialismo estadounidense, gravemente deteriorada durante el reinado de George Bush. Piensan que la imagen relativamente limpia de Obama y su descendencia afroamericana serán aceptables para el pueblo estadounidense y el mundo en general. Dada la profundidad de la crisis actual y sus efectos sobre el pueblo de los Estados Unidos; dados la frustración, rabia y descontento del pueblo contra las políticas y el desgobierno de Bush, cualquiera que disputase la presidencia al republicano habría ganado fácilmente las elecciones.

La abrumadora oposición popular a Bush muestra las graves consecuencias de la crisis sobre la vida del pueblo. Hay informes que hablan de un tercio de la población de Estados Unidos viviendo en condiciones de hambre extrema. Incluso a muchos países del tercer mundo les va mejor que a una parte considerable del pueblo estadounidense. Y aún más: el nombre “Bush” se ha convertido en sinónimo de todo un conjunto de nuevos términos con resonancias antipopulares: Bahía de Guantánamo, Abu Ghraib, guerra global contra el terrorismo, armas de destrucción masiva, rescates financieros, si-no-estás-con-nosotros-estás-con-los-terroristas, seguridad interior y muchos otros más. Odiado por los pueblos del mundo como el mayor terrorista, ávida la mayoría de la población mundial de lincharlo si se le llegase a presentar la oportunidad, Bush se había convertido en la apuesta más segura para la victoria de Obama.

Asimismo, la victoria de Obama muestra también las intensas contradicciones en el seno de las clases gobernantes estadounidenses, agudizadas por la profundización de la crisis. Las políticas desastrosas y sectarias de los republicanos durante el periodo Bush les apartaron incluso de un sector de las élites gobernantes como son los Tres Grandes de Detroit [General Motors, Ford, y Chrysler], humillados por Bush al denegarles la participación en el paquete de rescate financiero de 700 mil millones de dólares destinado en exclusiva a los bancos hipotecarios y de inversión.

Pero, ¿puede Obama aportar algún cambio fundamental a la vida del pueblo? ¿Puede romper con las políticas de su predecesor Bush? Obama declaró en su día que habría continuidad con las políticas aplicadas por Bush, que aumentaría el número de efectivos en Afganistán e intensificaría los ataques contra las llamadas bases de Al Qaeda en territorio paquistaní. Sus fanfarronadas sobre la retirada de tropas de Irak se deben sólo a las cada vez más numerosas bajas sufridas por las tropas estadounidenses y a la creciente oposición mundial; también para desplegarlas en Afganistán. En nada se diferencia de Bush en lo tocante al rescate financiero de las grandes y riquísimas empresas. Antes de las elecciones, se reunió con los representantes de la clase capitalista monopolista y les dio garantías de que les rescataría si era elegido Presidente. The New York Times, The Washington Post y una gran parte de los principales medios de comunicación dieron inesperadamente un vuelco concediendo su apoyo a Obama, lo cual significó un estímulo añadido a su campaña presidencial. Incluso el firmemente republicano The Chicago Tribune y el ex-secretario de estado de George Bush, Colin Powell, dieron su apoyo a Obama en detrimento de su propio candidato republicano. Tanto fue el entusiasmo y, por supuesto, la coacción, entre las élites empresariales y financieras de EE.UU. en favor de Obama, que sus jefes de campaña recaudaron muchos más fondos que los recaudados por George Bush en las elecciones anteriores. Con la aprobación de un plan de rescate financiero por valor de 700 mil millones de dólares, Obama ha demostrado no ser diferente de Bush cuando se trata de transferir riqueza de los pobres a los asquerosamente ricos, de la Calle de Todos a Wall Street [Nótese el juego de palabras en el original en inglés: “from the Main Street to the Wall Street”].

Los medios de comunicación de todo el mundo y las clases reaccionarias han aclamado la victoria de Obama como una victoria del pueblo, una victoria de los negros, las mujeres y los desposeídos. Se han deshecho en elogios de la fuerza y grandeza de la democracia estadounidense. Han tratado de silenciar la realidad de la crisis en Estados Unidos, su economía tambaleante y sus planes de hegemonía mundial. Algunos predijeron que Obama revertiría las políticas de Bush, que acabaría con el militarismo y el belicismo, que restauraría la democracia, que contribuiría a establecer un nuevo orden mundial basado en el equilibrio, y otras muchas cosas por el estilo. También en la India había quienes esperaban que aquí sucediera un “milagro” semejante y que un dalit [“intocable”, en hindi] llegase a convertirse en presidente del país. Todo esto no es más que sensacionalismo de los medios.

Con George Bush o con Barack Obama, los EE.UU. no van a asistir a ningún auténtico cambio a mejor. El poder y la autoridad no están en manos de ningún individuo concreto, por muy poderoso que puede parecer desde fuera, sino en manos de una clase dirigente controlada por una diminuta élite militar e industrial, empresarial y financiera. La maquinaria militar estadounidense está preprogramada, al margen de las consecuencias, para agredir, invadir, subvertir, amenazar, asesinar en masa, y ello para cumplir con su objetivo de lograr la hegemonía mundial. Bush u Obama sólo pueden actuar como instrumentos al servicio de esos objetivos, sin más diferencias entre ellos que el grado de eficiencia en la ejecución de ese proyecto global y su capacidad de engaño. De este modo, silenciando esta cruda realidad, las élites dirigentes y los medios de comunicación alrededor de Obama han fabricado diligentemente un reclamo publicitario –con su correspondiente campaña de difusión masiva- que lo presenta como un salvador capaz de sacar a EE.UU. de la complicada situación en que se encuentra, especialmente tras ocho años de gobierno de George Bush.

Los pueblos y naciones oprimidos del mundo van a enfrentarse a un enemigo aún más formidable y peligroso en forma de presidente afroamericano de la máquinaria militar más poderosa, del gendarme mundial. Con Obama, el nuevo asesino-en-jefe de la manada de lobos imperialistas, todas las políticas aplicadas por George Bush se seguirán aplicando con unos pocos cambios cosméticos. Los pueblos del mundo deberían unirse para librar una lucha más implacable, más militante y más firme contra los saqueadores estadounidenses encabezados por Barack Obama y comprometerse a derrotarlos hasta crear un mundo de paz, estable y con una auténtica democracia. Todas las ilusiones forjadas sobre el llamado “presidente negro” de la potencia imperialista más peligrosa conducirán a una mayor esclavitud y miseria de los pueblos y naciones oprimidos del mundo.

(Firmado)
Azad,
Portavoz,
Comité Central,
PCI (Maoísta)


[Extraído del Boletín de Información del PCI (Maoísta), nº 6, 5 de noviembre de 2008.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario