martes, 12 de octubre de 2010

La guerrilla popular maoísta crece


Fuertes en el campesinado y en los pueblos tribales del este y centro de la India, golpean al Estado proimperialista, expropian a los terratenientes, forman consejos y tribunales populares.

El jueves 19 de agosto, el italiano Corriere della Sera publicó un interesante informe de un enviado especial a la India. La nota refleja la preocupación de la burguesía india y de los países imperialistas ante el notable crecimiento de la guerrilla maoísta, en todo el país y especialmente en el Estado centro-oriental de Chhattisgarh. Allí, los pueblos tribales y millones de campesinos pobres son la contracara de la India de las fábricas de software, y de los rascacielos de Bangalore o Mumbai.

Aldeas, hombres, armas y apoyo

A mediados de agosto la guerrilla –allí conocida como “naxalita”, por el levantamiento de Naxalbari, la aldea de Bengala Occidental donde se inició el movimiento revolucionario en 1967– cortó los puentes a lo largo de la ruta hacia Calcuta que pasa por Dantewada viniendo de Hyderabad (capital del Estado de Andhra Pradesh, en el centro) y Mumbai (en la costa occidental), los grandes centros de la electrónica y de los negocios. Fue una más de los centenares de acciones que los maoístas vienen llevando a cabo en el último año contra el Estado indio.
Perseguidos por el aparato estatal, los maoístas controlan más y más aldeas con el apoyo de la población. Imponen una especie de “Estado de sitio” que la gente llama “naxalitas bandh”: una mezcla de huelga general y prohibición de movimiento en el campo durante dos días. Todo se paraliza: las tiendas cierran, los rickshaws y autobuses quedan parados en las plazas, incluso deja de andar el lento tren que lleva el hierro de Chhattisgarh hacia los puertos del Golfo de Bengala y de allí a China.

Los maoístas armados son fuertes en la región de los adivasi, los pueblos tribales de la India. Cada año incorporan más hombres, y consiguen más armas y apoyo. “Entre los adivasi en las aldeas alrededor de Dantewada es raro encontrar hostilidad hacia los naxalitas; salvo entre los latifundistas, a quienes los maoístas han tomado algunas hectáreas de tierra o un poco de su oro para redistribuirlo a los pobres del pueblo”, señala el periodista. “Pero es inútil preguntarles a estos tribales quién fue Mao –observa–: nunca han oído ese nombre. Para ellos la palabra ‘maoístas’ viene de ‘maor’, que en la lengua de los adivasi significa simplemente ‘los nuestros’”.

Del arco y flecha al fusil automático

Según el artículo del Corriere, en la extensa franja de pueblos tribales que va de Bengala Occidental al nordeste hasta Andhra Pradesh en el centro-este –casi un tercio de la India–, hay unos 20.000 guerrilleros maoístas. En Chhattisgarh, corazón de la insurgencia, iniciaron sus acciones en los años ’80 tendiendo emboscadas a la policía, armados con arcos y flechas para luego apropiarse de sus fusiles automáticos.

Aún hoy lo hacen, contrarrestando el gran operativo de represión y exterminio lanzado por el Estado fascista indio (el “Salwa Judum”): en abril los guerrilleros emboscaron a una brigada de paramilitares matando a 76, y a fines de junio a otros 26. En muchas áreas alrededor de Dantewada han establecido zonas “liberadas”, en las que ejercen directamente el poder político.
Con el apoyo imperialista yanqui (¿y chino?), el gobierno indio incendia y asesina para extirpar el movimiento revolucionario. Sólo en el distrito de Dantewada, los pueblos reducidos a cenizas por el “Salwa Judum” son cientos. “Ellos nos atacan porque no se atreven a enfrentar a los maoístas”, dice un aldeano. “Los naxalitas viven en la selva, participan armados en nuestras asambleas, protegen nuestra vida y nuestros derechos sobre los bosques contra los terratenientes y las grandes compañías mineras”.

En los pueblos liberados constituyen consejos y tribunales populares para juzgar a latifundistas abusadores y a informantes de la policía. Cuando controlan un área entregan a las familias del lugar arcos, flechas y armas de fuego (frecuentemente hechas a mano a partir de piezas de coches viejos) y forman una milicia armada juvenil de varones y mujeres.

Para que esos jóvenes puedan iniciar su verdadero entrenamiento “naxalita” deberá probarse, durante cinco años, que no han “abusado de su poder” sobre la población: quienes violan este principio son pasados por las armas.

http://www.pcr.org.ar/nota/internacional/la-guerrilla-popular-mao%C3%ADsta-crece

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